Cómo el humor puede convertirse en la línea de fuga de la represión estatizante a través de las redes. La función retórica de los memes dispone un espíritu crítico, ejerce la protesta, la rebelión contra la opresión y plantea una poética de la liberación. Después de todo, ¿qué puede ser más evanescente que un chiste?

 

A thing is funny when—in some way that is not actually offensive or frightening—it upsets the established order. Every joke is a tiny revolution.

George Orwell (1981)

 

En el último año y medio, la comunicación ciudadana en Cuba ha adquirido una nueva fisonomía debido a la conexión de datos móviles y a la alfabetización que de las herramientas y portales digitales ha hecho un espectro amplio de la población. Como resultado, Internet ha dado lugar a un tipo de cultura participativa que permite nuevos modos de articulación y compromisos cívicos. Para fines de 2019 existían más de 6 millones de clientes móviles, de los cuales 3,7 millones tenían acceso a datos, comunicándose a diario, accediendo a aplicaciones en sus gestiones cotidianas (Cuber, el Uber cubano; grupos de Whatsapp para avisar de abastecimientos de productos en demanda, así como de medicinas; Zapya para la transferencia de información; VPNs para sortear restricciones de acceso a sitios censurados; Telegram para mayor discreción en la mensajería y mejor administración de descargas, entre otros).

De igual manera, las instituciones oficiales han incorporado a sus mecanismos nuevos perfiles en plataformas digitales para crear espacios interactivos de información y comunicación con la ciudadanía. Dada esta mudanza del discurso político en Cuba, tradicionalmente de tribuna, con políticas de facto formadas en una comunicación política de espontánea reacción dialógica, a las plataformas digitales como Twitter, el poder se ha visto contestado en formas novedosas. El impacto de memes y hashtags ha sido tan exacto, que portales personalizados del poder (páginas personales de ministros y miembros del buró político, websites de instituciones, etc.) se han visto obligados a desmentir o responder a etiquetas popularizadas en las redes. En correspondencia, la comunicación política en Cuba, unidireccional según la naturaleza piramidal del sistema político, ha devenido bidireccional, en una fórmula de mayor retroalimentación donde los usuarios de redes son también creadores de contenido, muchas veces mejor valorado y admitido que el difundido ‘desde arriba’. Esta nueva dinámica vuelve más porosa la credibilidad del imaginario instituyente, con frecuencia contestado y emplazado, incluso por vías más creativas como caricaturas, memes, hashtags y posts, propiciando representaciones de consenso y movilización más concretas.

El humor y la infografía en las redes no son ajenas al contexto político cubano inmediato; podemos encontrar similitudes dentro del imaginario de la isla, tales como el coloquialismo y el ‘choteo’, que han estado presentes en las lecturas que desde lo cotidiano restauran procesos historiográficos y memorísticos, y prefiguran lo político como prácticas de transgresión/ (des)mitificación de figuras y sus dimensiones heroicas. Estas expresiones siguen a menudo la naturaleza sutil de los “hidden transcript”, que se han descripto como ejercicios subordinados para cuestionar o evadir la transcripción pública del grupo dominante (John Scott, Domination and the arts of resistance: hidden transcript). En Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance, el mismo autor explica, desde una visión integradora de la infrapolítica, que las prácticas y los discursos de resistencia pueden sostenerse mutuamente a partir de sustracciones mínimas (reapropiaciones), ignorancia fingida, evasión de obligaciones, concertaciones de palabra, calumnias, rumores, bromas, entre otros actos desorganizados, encubiertos y generalmente despolitizados que subvierten las prohibiciones y obstaculizaciones impuestas desde el poder, incluyendo normas, leyes y estructuras económicas y sociales.

Varios autores críticos del positivismo ideológico coinciden en entender el humor como rebelión, específica aunque no únicamente, donde se crean contextos duros de corrección política. Sobre todo, en contextos donde el gobierno promueve una legitimidad fundada en lo canónico y avanza estructuras maniqueas de concierto social, este balance es distinguible. Dentro del carácter marcadamente sobrio del lenguaje oficial en Cuba, el humor hace descarrilar las estructuras de gobernabilidad que lo político se esfuerza por contener o restringir, y lo hace creando, a su vez, una audiencia remota que tiene su pilar identitario en la otredad: “rebellious humour outwardly mocks the rules and the rulers. If the social world is full of codes that restrict what can be said and done, then delight can be taken in breaking the rules that constrain social actors”. (Michael Billing, Laughter and ridicule: Towards a social critique of humour).

En Invisible Targets, Strengthened Morale: Static Camouflage as a ‘Weapon of the Weak’ James Robinson explica cómo el “chiste susurrado”, entre otros “disfraces políticos” en sistemas autoritarios, representa una asociación no oficial de la esfera pública. En este tenor, la plataforma digital y las acciones que toman parte en ella pueden ser asimiladas dentro del estudio de los “espacios libres”, espacios behind the scenes que describen lugares de reunión donde la asociación íntima fomenta la identidad colectiva, las quejas compartidas, los marcos de oposición y la innovación táctica.

Aunque de vago significado, los memes pueden considerarse cadenas estructurales para la comunicación contenciosa: muestran opiniones manifestando un alegato rupturista y transgresor; se expanden viralmente, de manera rápida y horizontal; mutan de persona a persona, aunque tienen un arraigo propio en el contexto social; tienen un pico de popularidad en su transmisión, aunque en el curso del tiempo pueden ser rescatados/actualizados; tienen una función social: informar, actualizar, poner en discusión un tópico en determinado entorno. La utilidad evidente de unidades de significado como los memes, stickers y hashtags recae en sus enunciaciones concretas. Específicamente, allí donde las personas han sido incapaces de crear una imagen amplia y funcional de la sociedad por sí mismos, de integrarse a esa imagen de manera subjetivada y fuera de los patrones masificadores e igualitaristas establecidos ‘desde arriba’, el uso del género ha permitido otras dinámicas.

Las formas de transmisión (populares, “de móvil a móvil” mediante Zappia, Telegram, etc.) y sus réplicas exponenciales, hacen pensar en una especie de “cooperativismo de plataforma”, como un activismo digital que responde a leyes particulares. Entrevistas a varios cibernautas cubanos creadores de memes, activos en sus redes sociales al punto de ser considerados líderes en tendencias de opinión, refieren algunos puntos en común. Utilizan los memes y hashtags como canalización de expresiones culturales y consideran romper la tendencia hacia el auto-afianzamiento individual y familiar, en favor de un consenso grupal (etario) y de impacto local (territorial). La atracción por encontrar brechas contestables al poder en busca de ‘material’ digital genera interés en las políticas nacionales, articulado sentido de justicia social y formado un cuerpo crítico en un grupo etario tradicionalmente desinteresado en la política nacional. Sin acceso a “mercados de memes”, buscan material y crean contenido a partir de su realidad inmediata, aprenden activismo haciéndolo: surfean entre imágenes, las muestran, las comparten y discuten. Incluso adquieren herramientas sociológicas para sortear la espiral del silencio y las formas evasivas de radicalidades políticas que la mayor parte de las personas se cuidan de exponer. Refieren haber aprendido, por ejemplo, que cuanto menos ostensiblemente política sea la declaración denotativa del meme, más eficaz puede ser para generar complicidad alrededor de su enunciado.

En un escenario donde el espacio público se encuentra limitado por la estructura estatista, los memes y hashtags de campañas como: #YoVotoNo (referido al referéndum constitucional del 2019), #FreeLMOA (referido a la petición de libertad del artista outsider Luis Manuel Otero Alcántara), #DiosaYoSíteCreo (referido al apoyo en un caso de acoso y agresión sexual), #Sin349 (referido a un decreto de regulación artística), #BajenLosPreciosDeInternet (referido a las tarifas de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, ETECSA), han sido recipientes de significado, tanto para la enunciación y organización, como para el acompañamiento de movilizaciones simbólicas. En este sentido, los memes, hashtags y stickers pueden considerarse un activismo cotidiano que expone y emplaza al poder incluso en las más pequeñas áreas comunales como “espacios libres” (parques, zonas de residencia común, reuniones de amigos y grupos digitales privados). Emily Apter alerta en Alphabetic Memes: Caricature, Satire, and Political literacy in the Age of Trump que “los movimientos sociales se están convirtiendo en centros transmedia, donde las nuevas visiones de la sociedad son codificadas en textos digitales por los participantes del movimiento”. Esto tiene especial importancia, sobre todo en lo que a contenido y circulación se refieren los memes, como mensajes indirectos que entrañan el contenido de los eventos de protesta antes de que puedan ser identificados como ‘subversivos’, pero conservando en común un subtexto antirégimen. Por ejemplo, en eventos de articulación ciudadana como las marchas que se llevaron a cabo en 2019 -por los derechos LGBTI+, por la preservación de la red digital Snet, por la protección y bienestar animal, etc. se volvieron populares memes destinados a burlas, rumores, antipropaganda que resaltaron las alteraciones burlescas o críticas concretas a eventos sociopolíticos que las precedieron. El hecho de que el término “avestruz” se posicionara en el no. 1 de Google Trends, por encima de búsquedas tradicionalmente prioritarias como “Fidel Castro” o “Miguel Díaz-Canel” en abril del mismo año respondió igualmente a la sobreproducción de memes destinados a desmarcar declaraciones del Gral. García Frías sobre el posible cultivo y desarrollo de granjas de dicho animal como sustituto a la carne de res. Una reacción similar tuvo la descripción de “coyuntural” ofrecida por el Presidente de Cuba en septiembre, respecto a un nuevo periodo de escasez, rápidamente asociado al Periodo Especial iniciado en los años 90 que, conjugado con el emblema “Somos Continuidad” que Díaz-Canel ha tomado en su gestión, produjo memes muy populares.

La concatenación de estas imágenes y su recepción, aunque expresaran en primera instancia la capacidad subjetiva de burla, socavaron la rigidez del populismo político, desestabilizaron pilares del discurso oficial como la sobriedad, la moderación, la abstinencia y la parquedad. La autoridad fue desafiada, así como sus representantes. El lenguaje cínico, irónico, mundano, incluso vulgar, ayudó a reforzar la comprensión tácita de la realidad detrás de los discursos abstractos sobre la nación, a remarcar que sus usuarios no eran receptores ingenuos y pasivos del mensaje oficial.

Mucho se ha hablado de la “conformidad” de la sociedad cubana, de las posturas y mecanismos triviales que de manera general evaden lo político, sustituyen malestares, alivian o disipan tensiones que a la larga refuerzan la dominación del status quo. Sin embargo, en un imaginario político custodiado por una narración historiográfica y léxico político precisos, así como por la regulación (digital) del espacio cívico que penaliza la difusión “…a través de las redes públicas de transmisión de datos, información contraria al interés social, la moral, las buenas costumbres y la integridad de las personas” (Ley 370, art. 68, inciso i), sátiras y tropos ofrecen una manera efectiva y popular de exposición. Estos muestran narraciones de vida discrepantes, nombran injusticias o situaciones de desventajas, ofrecen soluciones a problemas del entramado público, incluso llegan a conjugar operaciones y crear conciencia al respecto, todo ello sin llegar a exponerse lo suficiente como para representar una actitud de oposición explícita, de fácil objeto punible.

Aunque las temáticas de memes digitales pueden abarcar, desde mera frivolidad hasta cambios sociales sustanciales, en el caso de la sociedad cubana comportan características novedosas en el entramado político del sujeto: cumplen una función mayoritariamente amplificadora y pluralizadora del ambiente sociopolítico, remiten igualmente a una estructura de acceso allí donde faltan las oportunidades para un diálogo con el poder. Los memes prueban los límites conceptuales de la pertenencia existencial y la comunidad política, y reinician críticamente la venerable tradición de la sátira política para un ejercicio cotidiano. Como ejercicios contenciosos resultan lo suficientemente coherentes y creativos como para promover formas de aprendizaje social, quebrantar los pilares simbólicos de la cosmovisión oficial, proponer evasiones a la normatividad establecida, e incluso, evadir consecuencias punitivas ‘desde arriba’; por lo que pueden llegar a considerarse actos infrapolíticos que llevan consigo una política intensa en el reconocimiento de características de fallo del sistema, aunque se creen y reproduzcan de manera ‘despolitizada’ y cuestionen cada politización o emergencia política (John Scott, Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance).

El meme, como vehículo infrapolítico, no debe conducir necesariamente a una movilización para que sea efectivo; como expresión cultural se convierte en fuente de procesos que, implícita o explícitamente, buscan redefinir el poder social. La apertura del ‘auditorio’ ante sus enunciados, y los niveles de generalidad, referentes a la invocación de valores o principios generales del bien común, logran cumplimentar gran parte del sustrato movilizador cuando alcanzan, confirman o modifican, incluso en pequeños gestos idiosincráticos, la conciencia política de sus receptores. La emergencia para la gente común, de percepciones de justicia social, proporciona el terreno sobre el cual puede desarrollarse una crítica social. El uso de memes y hashtags como reivindicaciones ‘desde abajo’ está suficientemente representado para desmontar el mito de una sociedad apática o manipulada, el mismo mito que critica las prácticas cotidianas (humor, rumor, choteo) como confrontación simbólica que debilita la resistencia ‘real’ y que sirve eventualmente al status quo, y que olvida que dichas expresiones, aunque discretas, apuntan a una renegociación de las relaciones de poder.

 

Claudia Mare (La Habana, 1985).

Candidata doctoral en la Universidad Justus Liebig (Gießen, Alemania). Graduada del Programa Internacional “Literary and Cultural Studies” del Graduate Center for the Study of Culture.