El proceso electoral llevado adelante este año, nos deja algunas reflexiones y críticas que ya son insoslayables.

Comencemos por la desproporcionalidad de bancas entre las provincias más pobladas y las que poseen menor población, sus mecanismos electorales obsoletos para la nueva era digital (aún votamos con la boleta partidaria de papel) y, entre otras, la renovación parcial de sus bancas legislativas, tanto para los Diputados como los Senadores Nacionales.

Sobre este último mecanismo, los principales cuestionamientos se refieren a la renovación por mitades de la Cámara Baja. En primer lugar, no permite una correcta rendición de cuentas de los electores hacia el gobierno de turno. Al renovarse sólo la mitad de las bancas, no habrá un reflejo directo del cambio de preferencias del electorado.

En segundo lugar, restringe las posibilidades a las terceras fuerzas de llegar al Congreso, ya que en la mayoría de las provincias argentinas no se reparten más de 5 Diputados por elección. Lo que obliga a los votantes a polarizar sus preferencias o a los partidos a polarizar sus ofertas.

Las únicas provincias que reparten más de 5 Diputados por vez son Córdoba (9 por elección), Santa Fe (alternando entre 9 y 10), la Capital Federal (12 y 13) y Buenos Aires (renovando 35 bancas por elección). Y son en estos casos donde suelen haber terceras fuerzas (incluso, en ocasiones, una cuarta) pero son una minoría.

Para visualizar estas problemáticas, analicemos lo ocurrido en esta última elección:

Pese a que la principal alianza opositora (Juntos por el Cambio) triunfó en 13 de los 24 distritos y obtuvo casi el 42% de los sufragios del país, apenas logró sumar 2 Diputados a su interbloque en la Cámara (pasando de 115 a 117).

Por el lado opuesto, la alianza gobernante (Frente de Todos) solo venció en 9 de los 24 distritos electorales y obtuvo el 33% de los votos a nivel nacional, lo que consiste en una pérdida del 12% de los votos respecto a las elecciones inmediatamente anteriores: las legislativas de 2019.

Sin embargo, esa disminución de votos apenas significó la pérdida de 2 Diputados Nacionales (pasando de 120 a 118), lo que le permite sostenerse como el bloque mayoritario de la Cámara Baja.

Por esto, no fue casual la frase controversial de Victoria Tolosa Paz (la cabeza de lista del frente oficialista en Buenos Aires), al afirmar que esta vez les tocó “ganar perdiendo”. Porque si bien es cierto que la “paliza” electoral existió, no tuvo el mismo reflejo en el reparto de bancas de la Cámara Baja.

Pero entonces surge la pregunta, si se renovaran todas las bancas de Diputados (y no solamente la mitad), ¿el gobierno también saldría “ganando perdiendo”?

Para responder a esta consigna, se reflejaron exactamente los mismos resultados que se dieron este 14 de noviembre de 2021 en Argentina, pero repartiendo la totalidad de bancas que corresponde a cada provincia y no solo la mitad.

De esta manera, por citar unos ejemplos, en lugar de repartir 9 escaños en Córdoba (como efectivamente ocurrió), se repartirán las 18 bancas que posee en total. En Catamarca se repartirán sus 5 bancas (en lugar de 3) y así sucesivamente con el resto de provincias.

Vale aclarar, para este reparto también se respetó el artículo 160 del Código Electoral Nacional (ley 24.444), el cual exige a las listas partidarias obtener al menos un 3% de votos respecto del total de electores inscriptos en el padrón del distrito.

Entonces, realizados los cálculos en cada provincia con la nueva distribución de bancas, el panorama es bastante diferente:

Si bien Juntos por el Cambio obtiene las mismas 117 bancas que tendrá a partir de este año, pasará a ser, con diferencia, el interbloque con mayor cantidad de Diputados.

Esto sucedería ya que el Frente de Todos apenas obtendría 96 Diputados, 22 escaños menos de los 118 que posee con el método actual de renovación por mitades. En este caso, no habría dudas de cuál fue el frente derrotado.

Por otra parte, este mecanismo permitiría fortalecer el surgimiento de nuevas fuerzas en el Congreso, ya que partidos provinciales o “no tradicionales” (como las fuerzas liberales o de izquierda) sumarían en total 44 bancas si no hubiera renovación parcial.

Con este aumento de bancas a repartir, las “otras fuerzas” lograrían duplicar la cantidad de bancas que obtuvieron entre 2019 y 2021, pasando de 22 escaños (6 conseguidos en 2019 y 16 de 2021) a 44.

De ellas destacan, por ejemplo, que los partidos liberales (La Libertad Avanza y Avanza Libertad) obtendrían 9 bancas, el Frente de Izquierda pasaría a tener 8 Diputados o que partidos provinciales como el Partido Verde de Mendoza o Somos Fueguinos de Tierra del Fuego pudieran acceder a 1 escaño.

En conclusión, con este pequeño ejemplo se puede ver qué tan diferente sería la situación para el gobierno actual si en las elecciones de medio término se renovara la totalidad de la Cámara de Diputados.

Si ese fuera el caso, el oficialismo, además de perder el quórum en Senadores por primera vez desde 1983, tendría que afrontar una Cámara de Diputados en minoría y con nuevas fuerzas quitándole protagonismo en varias provincias (como Mendoza, Salta, Chubut, Santa Cruz e incluso Tierra del Fuego).

Sin embargo, sobre estas “nuevas fuerzas”, cabe cuestionarse qué acciones llevarán adelante sus flamantes Diputados, una vez ingresen a la Cámara Baja. ¿Realmente respetarán la voluntad del electorado que optó por no votar a las dos fuerzas mayoritarias?

Esta pregunta surge debido a una práctica frecuente con estas “nuevas” fuerzas: el cambio de bando hacia alguna de estas fuerzas mayoritarias, o lo que popularmente se conoce como panquequismo. Situación fomentada por el hecho de no existir impedimento alguno para que los legisladores se adhieran a un bloque diferente al que fueron electos o incluso formen uno propio.

El caso paradigmático, modelo ideal de “panquequismo”, es quien hoy incluso preside la Cámara de Diputados de la Nación: Sergio Massa. Para refrescar la memoria, el hoy diputado por el Frente de Todos, entre 2013 y 2017 conformó su propio espacio político. Primero denominado como “Frente Renovador” (2013), luego “Unidos por una Nueva Alternativa” (2015) y finalmente como “1 País” (2017), este “nuevo espacio” compitió completamente desligado del frente kirchnerista y para las elecciones legislativas de 2017 obtendría 4 bancas.

Sin embargo, el panorama fue completamente diferente en 2019. El espacio massista pasó a convertirse en flamante aliado del Frente de Todos para las elecciones presidenciales. Esto, lógicamente, también provocó que 3 de sus 4 Diputados pasaran de integrar el interbloque “Frente Renovador” a formar parte del nuevo bloque oficialista.

Por supuesto, estos no serían los únicos casos de panquequismo. En 2017 Eduardo Bucca ingresó como Diputado por el Frente Justicialista Cumplir, espacio comandado por Florencio Randazzo e integrando el interbloque “Argentina Federal”, un espacio con varios bloques peronistas pero aparentemente desligados del kirchnerismo. Sin embargo, para 2021 el diputado Eduardo Bucca pasó a integrar el bloque del Frente de Todos.

Empero, este año Randazzo volvió a presentar un nuevo frente político: la alianza “Vamos con Vos”, con la cual también obtuvo una banca (como en 2017). Para este año ya afirmó que integrará el interbloque “Federal” pero, viendo lo sucedido con su anterior legislador ¿qué espacio ocupará Randazzo para 2023? ¿Se mantendrá realmente en dicho bloque?

Estas situaciones tampoco son ajenas al principal interbloque opositor, Juntos por el Cambio. Aunque, en su mayoría, con el efecto contrario: Diputados que se alejan del bloque para integrar otro o incluso formar uno propio.

El caso más sonado ocurrió con la legisladora tucumana Beatriz Ávila, quien accedió a su banca en 2017 compitiendo con la alianza Cambiemos. Sin embargo, solo 2 años después, y tras sellada la victoria del Frente de Todos en las elecciones presidenciales de 2019, decidió separarse del interbloque opositor para integrar uno nuevo: “Unidad Federal”. Acompañada además de otros 2 legisladores de Cambiemos: el bonaerense Pablo Ansaloni y el santacruceño Antonio Carambia.

Pero la historia no finalizó allí, ya que este 2021, en vistas de las nuevas elecciones legislativas, la diputada Beatriz Ávila volvió a presentarse como candidata a Senadora Nacional con la alianza Juntos por el Cambio, pese a que nunca retornó a dicho espacio como Diputada.

Y en cuanto a partidos provinciales, este tipo de acciones son aún más burdas. En Chubut, en 2017, el partido provincial Chubut Somos Todos obtuvo una banca para Diputados. Esta debía ser ocupada por Mariano Arcioni pero por ocupar el cargo de gobernador sería reemplazado por Rosa Muñoz.

Dicha funcionaria formó parte del interbloque “Frente Renovador” hasta 2019, cuando pasó a integrar el Frente de Todos. Sin embargo, para 2021 se postuló a Senadora Nacional otra vez por el partido provincial Chubut Somos Todos.

Y el mejor ejemplo radica en lo que sucede con el partido provincial Frente Cívico por Santiago del Estero, creado por el gobernador de la provincia: Gerardo Zamora. Si bien este partido en diferentes elecciones ha competido contra fuerzas del kirchnerismo, se define ideológicamente como un partido “radical – kirchnerista” y esto se refleja en sus Diputados Nacionales, ya que sus 6 legisladores electos entre 2017 y 2019 automáticamente al momento de asumir integraron los bloques kirchneristas (Unidad Ciudadana y Frente de Todos).

Estos son solo unos casos de “panquequismo” de legisladores electos entre 2017 y 2019. En total hubo 13 casos de Diputados Nacionales que modificaron su pertenencia partidaria durante su mandato (o 19 en caso de considerar al Frente Cívico por Santiago como un partido separado del Frente de Todos).

Es por estos motivos que no hay manera de predecir qué sucedería con esas 44 bancas ocupadas por otros partidos, si formarán bloques propios, si conformarán un interbloque con varios espacios o si finalmente integrarán alguna de las fuerzas mayoritarias.

Dado que, nuevamente, no se encuentran mecanismos para limitar estas acciones que únicamente logran confundir a los ciudadanos, que confiaron en estos legisladores para representar sus preferencias.

Aun así, por cuestiones lógicas, el partido gobernante tendrá mayores dificultades para imponer su agenda política, al tener que acordar sus proyectos con 44 Diputados de otras ideologías tan dispares, que varían desde el liberalismo hasta ramas del troskismo. A comparación de las 22 bancas que ocuparán las fuerzas minoritarias a partir de este 2021.

Es por todo esto que, tras las elecciones legislativas del 2021, el oficialismo “ganó perdiendo”, porque fue beneficiado por un sistema electoral imperfecto, que no logra reflejar efectivamente la voluntad del elector y su cambio de preferencias. Al contrario, el sistema refuerza esa percepción ciudadana de que siempre se benefician los mismos.

A la vez que este mismo sistema no aplica limitaciones a los legisladores para incumplir el contrato adquirido con sus electores, pudiendo rápidamente orientar su postura ideológica “al mejor postor”, como en algunos de los casos enumerados anteriormente.

Aun así, está claro que la población manifestó su rechazo a los 2 años de gestión Fernández-Fernández. Aunque las bancas no lo reflejen, los votos individuales sí lo hicieron y en ellos radica el principio de rendición de cuentas al gobierno.

 

Anexo

Gráfico: cantidad de Diputados que poseía cada interbloque tras las elecciones legislativas de 2017 y 2019 (Tiene) comparando la composición actual tras las elecciones de 2021 (Renovación Parcial) y cómo sería el reparto con una renovación total (barras a la derecha).

Casos de “Panquequismo” 2017-2021:

 

Por Agustín I. Etchegoyen.

Lic. en Política y Administración Pública, Gobierno y Relaciones Internacionales.