Este año, la situación política, económica y social en varios países de la región desató una oleada de descontento ciudadano que se manifestó en las calles. Por distintas razones, Venezuela, Perú, Puerto Rico, Honduras, República Dominicana, Panamá, Ecuador, Chile, Bolivia y más recientemente Colombia; han sido, y en algunos casos continúan siendo, escenarios de amplias protestas. Otras latitudes no escaparon de esta realidad, y a lo largo del año se libraron acaloradas manifestaciones en lugares tan diversos como Francia, Líbano, Argelia, Hong Kong o India. Sin embargo, este dato contrasta con el hecho de que en algunos países de Latinoamérica el poder se traspasó pacíficamente y los oficialismos que resultaron derrotados aceptaron las reglas democráticas.

En Argentina, Uruguay, El Salvador y Guatemala hubo elecciones generales o presidenciales pacíficas, y en los tres primeros se confirmaron alternancias políticas e ideológicas que han sido gestionadas en total normalidad institucional.

No obstante, vale destacar que Argentina celebró su proceso electoral mientras del otro lado de la cordillera se vivían momentos álgidos. Recordemos que para ese entonces en Bolivia se daban acusaciones de fraude electoral y en Chile miles manifestaban denunciando la desigualdad. Por su parte, la sociedad argentina ingresó en el año electoral sumida en una profunda crisis económica y social, y sin demasiado margen de maniobra debido a los compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Bajo estas circunstancias y contexto regional; factores como la transparencia y la velocidad en la entrega de resultados electorales fueron fundamentales para mantener la estabilidad y la paz de la nación. A partir de la introducción de una nueva modalidad de transmisión de los telegramas electorales, la velocidad con que las autoridades argentinas anunciaron los resultados preliminares de las elecciones celebradas el pasado 27 de octubre quedará registrado como un récord histórico. Por primera vez, a tan solo tres horas del cierre de la votación, con un 70% de actas procesadas, los resultados se encontraban en línea y los argentinos pudieron fiscalizar los telegramas que completaban las autoridades de mesa desde la página oficial de resultados, garantizando la trazabilidad.

La velocidad y la transparencia del proceso comicial permitieron que tanto los políticos como sus respectivos partidos aceptaran públicamente los resultados. Cuando el liderazgo de un país y sus actores políticos aceptan la voluntad popular expresada a través de las elecciones, por lo general la mayoría de la población también los acepta. Eso reduce la probabilidad de que haya protestas y violencia.

La transparencia en todas las fases del ciclo electoral, pero sobre todo en lo que tiene que ver con la emisión del voto, la transmisión de los resultados y su contabilización, es la garantía de que efectivamente las autoridades electas representan a la voluntad de la mayoría. Esto tiene como consecuencia que tanto las organizaciones con fines políticos como los ciudadanos confíen en los procesos electorales y estén convencidos de que a través del voto se pueden dirimir las diferencias políticas.

Es por ello que mientras en Argentina los contendientes políticos aceptaban los resultados la misma noche de la elección, en Bolivia pasaba lo contrario. Después de una interrupción del sistema de transmisión de datos preliminares, la oposición desconoció lo anunciado por el TSE e incluso fue necesaria una auditoría para determinar la gran cantidad de irregularidades que sucedieron debido a la sistemática opacidad electoral.

En el caso de Uruguay, el ballotage ocurrido el pasado 24 de noviembre, fue uno de los más ajustados que se recuerda en la historia democrática de ese país. Tras cuatro días de espera la Corte Electoral anunció un ganador. La robusta institucionalidad democrática le permitió al país esquivar la inestabilidad que suele generar el vacío de resultados electorales.

Fue un año intenso y ruidoso en América Latina. Aunque no han emergido soluciones, los dirigentes deberían estar más atentos a las demandas populares. Sin embargo, en momentos tan convulsos en la región, es importante que las autoridades trabajen arduamente para asegurar que los procesos sean confiables y transparentes, y los resultados sean anunciados de manera oportuna. En Argentina, la agilidad en la difusión de los resultados y las garantías que tuvieron los partidos políticos en la auditoría del proceso contribuyeron a que la transferencia de poder se diera de manera pacífica.