La campaña electoral ya comenzó en la Argentina y ha dado lugar a diferentes especulaciones, muchas de la cuales verán o no su confirmación el día 22 de junio siendo esta la fecha límite para la inscripción de las fórmulas presidenciales que competirán en las PASO y luego en la elección general.
Quisiera intentar dar respuesta a tres preguntas ¿Será esta elección una contienda que dé lugar a la aparición de algún “tapado”, estando en presencia de algún cisne negro de la política argentina, como nos gusta decir a los politólogos? ¿Será finalmente Cristina Kirchner candidata presidencial? ¿Logrará Mauricio Macri ser reelecto finalmente?
Respecto del primer interrogante diremos que es posible aunque no parece en principio probable; no obstante, la política argentina en estos 35 años de ejercicio democrático ha sido un interesante espacio para el surgimiento de “tapados”, esto es liderazgos que, a poco más de un año de las elecciones presidenciales, no aparecían como alternativas de recambio en el radar de la política argentina; basta citar a Raúl Alfonsín en 1982, a Carlos Menem en 1988, a Néstor Kirchner en 2002 o al propio Mauricio Macri en 2014 como ejemplos. ¿Quedará la política argentina presa de la polarización entre Mauricio Macri y Cristina Fernández, o abrirá la competencia electoral la puerta al surgimiento de alguna alternativa dentro o fuera de la política tradicional?
En relación a la segunda, las chances parecen ser parejas, podríamos decir como en aquella vieja canción “depende” ¿De qué depende? En primer lugar, de las posibilidades de Cristina Kirchner de garantizar blindaje judicial de su eventual sucesor, en segundo término, de la selección eventual de un sucesor-delfín que no devore a su posible mentora, y, en tercer lugar, en buena medida vinculada con la segunda, de la posibilidad de CFK de preservar su rol de “gran electora”: de darse estas condiciones podríamos sostener que la ex presidente declinaría su candidatura presidencial ¿Sería posible que se dieran esas condiciones? El blindaje es posible, la experiencia con Carlos Menem es un buen ejemplo, que el sucesor-delfín no termine mutando a tiburón parece menos factible y CFK seguramente debe tener muy presente a Eduardo Duhalde cuando hacia finales del año 2002 decidió inclinarse por la candidatura presidencial de su cónyuge, un hasta entonces desconocido gobernador de la provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner; por lo tanto, sería improbable garantizar su rol de gran electora.
Finalmente sobre las posibilidades de reelección de Mauricio Macri, las mismas son muy parejas; resultado de la crisis económica del año 2018 el gobierno nacional ha virado en materia económica de una estrategia gradualista a una de shock en el marco de la cual su base electoral ha sido objeto de un fuerte ajuste vía aumentos de servicios públicos, reducción de sus ingresos y un sostenido incremento de los precios relativos; al mismo tiempo la clase social de pertenencia del propio presidente ha sido fuente de mayor ajuste vía incremento de la presión impositiva -retenciones a las exportaciones por ejemplo-, mientras que aquellos sectores que no representan ni su clase ni su base han percibido pagos colaterales -en un marco de cierta concesión ideológica- vía aumento de subsidios y obra pública aunque esta última con recortes producto de la propia crisis económica. ¿Qué riesgos corre el presidente? La traición de su clase (o parte de ella), el abandono de su base y la indiferencia de aquellos que no son ni su base ni su clase. Una a favor de MM: en 1995, con recesión y altas tasas de desempleo, una crisis internacional producto del colapso de la economía mexicana y una oposición interna fragmentada, Menem lo hizo. ¿Menem lo hizo, Macri lo hará?
Frente a estos y otros interrogantes, cabe otra de aquellas respuestas que estamos acostumbrados a brindar los politólogos en contextos inciertos: es un escenario complejo.