Panorama sobre los desafíos que enfrenta la Coalición de Gobierno, en el orden económico, relaciones internacionales, seguridad y educación. Los números que cifran la realidad política en Uruguay.

 

El 1 de marzo pasado asumió Luis Lacalle Pou como presidente de Uruguay, tras salir vencedor en un ajustado balotaje con el dirigente del Frente Amplio, Daniel Martínez. De esta manera, no sólo se convirtió en el Presidente más joven desde la restauración de la democracia, sino también en uno de los más jóvenes de la historia del país.

Con él, el Partido Nacional vuelve al poder después de quince años, terminando así con la primacía del Frente Amplio, junto a una coalición electoral que incluye partidos de todo el arco político; desde la socialdemocracia hasta la ultra derecha, algo poco visto en Uruguay (su principal aliado fue con quien durante muchos años se habían intercalado el poder, el Partido Colorado. Lo siguieron partidos más pequeños como Cabildo Abierto, el Partido Independiente y el Partido de la gente).

Resulta importante para el análisis de su ascenso político conocer que el mandatario electo no es ningún outsider de la política. Es hijo del ex presidente Luis Alberto Lacalle, y nieto de Luis Alberto de Herrera, uno de los caudillos más importantes del histórico partido al cual pertenecen. No es nada casual entonces, que gracias a la historia familiar y al aprendizaje de sus propias derrotas, haya desarrollado una excelente campaña poniendo el foco en temas como la educación y la seguridad, que lo llevó a captar votos incluso fuera del Partido Nacional.

De todos los años en los que Lacalle Pou y su partido ha estado en la oposición, y tras su derrota en la carrera presidencial del año 2014, sin dudas ha llegado a una importante conclusión: los uruguayos buscan la unión y el fin de la grieta generada, sobre todo durante el último tiempo. Recordemos que si bien en el sistema político uruguayo se ha dintinguido por un bipartidismo histórico entre el Partido Nacional y el Partido Colorado, este fue siempre bajo ciertos consensos que asegurasen el mismo camino frente a cuestiones de políticas de Estado, más allá de la alternancia política.

El mandatario comprende muy bien la época en la que asume, donde transformaciones constantes y cambios estructurales, generan una sociedad que le demanda estar a la altura de las circunstancias, y él se encuentra dispuesto a lograrlo.

Reasalto aquí algunos puntos a considerar, y que marcan el nuevo rumbo del país vecino. Muchos de ellos quedaron formalizados en la Ley de Necesidad y Urgencia que el presidente envió al Congreso ocho días después de su asunción:

En lo que respecta a la política internacional, esta estará basada en el comercio. El actual presidente demostró, durante toda la campaña, su interés por fortalecer el MERCOSUR y, por ende, el acuerdo con la Unión Europea; Y sabe que para lograrlo será importante dejar de lado las cuestiones ideológicas.

Así mismo,una de sus primeras medidas en el poder fue abandonar la UNASUR, ya que la mayoría de sus integrantes fueron gobiernos de izquierda de la región con una enorme carga ideológica en sus definiciones, que terminó con un fuerte declive a raíz del estallido de la crisis en Venezuela. Siguiendo este lineamiento, el gobierno de Uruguay también ha decidido formalizar su retiro de Telesur y del Banco del Sur.

A su vez, el canciller a cargo ha enfatizado el fuerte arraigo del país en pos de la defensa democrática y con ello, las graves limitaciones a los derechos y las libertades individuales en algunos países de la región.

La política económica será más liberal, cercana a los empresarios y pro-mercado. El gobierno se encuentra en este punto ante uno de sus mayores desafíos, ya que el país enfrenta hoy el déficit más alto en años, sumado a un crecimiento económico en declive y a una tasa de desempleo que no paró de crecer en la última década.

A raíz de esto, desde el gobierno se ha anunciado una política de austeridad,  no sólo en los gastos, sino también en las inversiones. Comprenden que el ciudadano ya ha hecho parte de su esfuerzo y ahora les toca a los dirigentes asumir la responsabilidad de un Estado que en los últimos años ha generado una fuerte inversión en entidades públicas, pero sin mucha previsión en cuanto a su recuperación.

Uno de los temas centrales de la campaña de Lacalle Pou fue la seguridad, una de las mayores preocupaciones de la sociedad uruguaya, que por primera vez ha comenzado a padecer la violencia por narcotráfico. Solo en 2018 los homicidios aumentaron en 45%, los robos con violencia en 53%, y aquellos sin violencia en 23% respecto al año anterior. A su vez, según la Fundación Propuestas, un observatorio de seguridad, 2019 terminó siendo el segundo año en la historia del Uruguay con récord en materia de asesinatos. Son índices a los cuales no están acostumbrados, aunque el país siga siendo uno de los más seguros e igualitarios en América Latina. Es por esto que el Presidente actual dotará las calles de más policías y reforzará sus fronteras en busca de apaciguar los problemas de seguridad pública.

Uno de los sectores donde tendrá que atravesar grandes conflictos, no sólo por las reformas políticas que se necesitan sino también por las disputas que tendrá con el sindicato, es el de la educación, que en su historia reciente ya ha mantenido conflictos con los gobiernos de José Mujica y Tabaré Vázquez.

Es importante aclarar que, desde los años 1950, fue un sector de los más influyentes y exigentes de la región; hoy, las características que  lo consagraron quedan en el pasado.

El gobierno buscará realizar grandes reformas para lograr revertir los números actuales: más del 60 % de los jóvenes de 17 años no logra terminar la secundaria, seguido al gran deterioro que tienen los establecimientos del interior del país. Por eso, han anunciado que se centrarán en rearmar los Consejos Directivos de la Administración Nacional de Educación Pública, medida que le quitaría representación a los sindicatos y que, sin dudas, generará una puja importante y difícil de consensuar.

 

La coalición multicolor.

Son muchos los desafíos que la coalición deberá enfrentar, no sólo para cumplir sus promesas de campaña sino también para lograr canalizar las demandas de una sociedad, que se encuentra desgastada, y  ha vuelto a confiar en el histórico partido para que lleve a cabo un giro radical y traer un poco de tranquilidad a la escena política del país.

Es claro que el Presidente también tendrá desafíos al interior de su propia coalición; y el hecho de que la hayan llamado “multicolor” no es nada casual. En la carrera presidencial, Lacalle Pou supo comandar e integrar un grupo con diferencias poco antes vistas pero, al menos hasta ahora, bien resueltas.

Entre las figuras más relevantes, como compañera de fórmula, eligió a Beatriz Argimon, una ex diputada y, lo más destacable, feminista y activista. Con la victoria se constituyó en la primera mujer Vicepresidente de la historia uruguaya, cumpliendo así con las nuevas demandas sociales acerca de la integración y el lugar que debe ocupar la mujer en el presente siglo.

El lugar predominante del Partido Colorado en la coalición lo ocupa Ernesto Talvi, Canciller, quien hasta ahora ha cumplido con destreza los pedidos y lineamientos del Presidente.

Del Partido Independiente, compuesto por grandes intelectuales, quien ha tomado el protagonismo es el actual Ministro de Trabajo, Pablo Mieres.

 

Lo tradicional y lo moderno.

Recordemos que la figura de Luis Lacalle Pou representa lo nuevo y lo viejo de la política: reúne en él el fortalecimiento de los partidos tradicionales, el simbolismo, que bien ha sabido canalizar gracias a su historia familiar, y el modo familiar de hacer política: el contacto directo con la gente.A su vez, supo interpretar el cambio de paradigma. El público ahora quiere ser parte del mensaje y tomar protagonismo. Así lo ha demostrado en una campaña en redes de alto impacto, buscando un constante approach con un público que no está acostumbrado a asistir a actos en territorio, pero si a seguirlo desde sus casas: la nueva política.

De esta manera, ha generado un gobierno que se encuentra preparado para responder a las distintas demandas sociales de las nuevas y viejas generaciones. Todas estas sumatorias individuales, que supo construir Lacalle Pou en una coalición electoral, mantienen el desafío y el interrogante acerca de si finalmente logrará formarse y mantenerse como una coalición de gobierno.  Así, debemos considerar que actualmente, y durante los próximos años, cuentan con una mayoría parlamentari, necesaria para afrontar las reformas que desean instalar y buscar así representar el “derecho de todos”.

Hasta el momento todos los partidos que conforman la coalición se han mostrado propensos a la generación de consensos colectivos, lo cual es lógico durante los primeros meses pero que será, al menos, difícil mantener a lo largo del tiempo.

 

Agustina Podestá

Estudiante de Ciencia Política en la Universidad del Salvador (Buenos Aires, Argentina). Posee un fuerte interés por la Comunicación Política. Radical. Ha sido colaboradora en el Instituto de Pensamiento y Formación Moisés Lebensohn.