Luis Miguel Santibáñez Coordinador Nacional en México y Centroamérica, Transparencia Electoral. Maestro en Gobernanza, Marketing Político y Comunicación Estratégica por la Universidad Rey Juan Carlos.

En un país, donde Dina Boluarte, es la sexta Presidenta que ocupa ese cargo en menos de cinco años, Perú se ha convertido en un país de grandes contrastes y enormes retos.

Y aunque un pacto de reconciliación no se visualiza, una vez que en diciembre el Presidente Pedro Castillo fue destituido y encarcelado, las protestas violentas no se detienen, principalmente en el sur del país, donde habitan las poblaciones más vulnerables.

La llegada de Dina Boluarte, vicepresidenta y ungida en la silla presidencial, no generó siquiera una tregua. La escasa legitimidad del poder público, especialmente el Ejecutivo y el Legislativo, adelanta una crisis que pasa por la revisión a fondo del sistema político del Perú. Según el Informe de Opinión Diciembre 2022 del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), sólo el 27% de las personas peruanas estaban de acuerdo con la unción de la actual Presidenta, mientras que el 71% la rechazan; donde la mayoría de los apoyos los obtiene en zonas urbanas, especialmente en Lima y con personas inclinadas hacia una ideología de centro y derecha.

Por su parte, el Congreso cuenta con una respaldo de apenas el 15%, mientras que el 80% de la población no avala las acciones del legislativo. Por otro lado, el estudio demoscópico revela que Pedro Castillo dejó la Presidencia con una aprobación de apenas el 27%, idéntica cifra que avala a la actual Mandataria.

Y en cuanto a la satisfacción con la democracia, el 80% de la población entrevistada se manifiesta en la desafección del sistema democrático.

Según el Barómetro de las Américas (LAPOP), en 2012 se tuvo un 52% de satifacción con la democracia, sin embargo a partir de 2014 la tendencia es a la baja, para cerrar el 2022 con apenas el 17%, según el IEP. El riesgo es que el 38% de los peruanos aprobaría la opción de un golpe militar.

La solución: ¿adelantar las elecciones?

Y aunque ocho de cada 10 peruanos aprueba el adelanto de las elecciones, no queda claro si la sola celebración de elecciones presidenciales anticipadas, sea el camino hacia la pacificación en ese país.

Las constantes manifestaciones e irrupciones incluso en centros educativos, como la reciente suscitada en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, dejan claro que la polarización está dilapidando el tejido social. Al momento se cuentan 55 muertos y declaraciones de la Presidenta que no asoman el gesto de la reconciliación. Por otro lado, los manifestantes provenientes del sur del país e identificados con el ex Presidente Castillo, han radicalizado su postura, haciendo más violenta la presencia, lo que ha propiciado un despliegue policial importante, con enfrentamientos y detenidos.

Perú posee un crecimiento económico importante, por encima de los demás países de la región, es la sexta economía en América Latina y según el Banco Mundial, “Luego de un repunte posterior a la pandemia del 13,3 % en 2021, el PIB aumentó un 3,5 % interanual en el primer semestre de 2022, impulsado por las manufacturas, la construcción y los servicios, y gracias a una cantidad considerablemente menor de restricciones que en el primer semestre del año anterior.”

Además, hay que recordar que el Perú logró incrementar sus ingresos post pandemia, derivado de la recaudación por utilidades en explotación mineral -cobre, oro, plomo y zinc- , aunque después los precios se estabilizaron. Este país posee una amplia relación comercial con China y experimenta un Alto Indice de Desarrollo Humano (IDH), niveles altos de alfabetización y esperanza de vida, aunque con retos importantes en distribución de la riqueza y microeconomía.

Sin embargo Steven Levitsky, catedrático de la Universidad de Harvard,  identifica que los grandes pendientes de Perú son la educación, la justicia y la seguridad, lo que hace presumir que el Estado de Derecho se encuentra colapsado, las instituciones agotadas y una sociedad cada vez más polarizada, en medio de la desigualdad y los grandes contrastes entre las zonas urbanas y el centro sur del país, donde la pobreza ocupa la agenda del día a día.

Considero que el acompañamiento internacional, la firma de un pacto entre actores políticos, instituciones, iglesia, clase empresarial y las fuerzas armadas, -estas úlitmas con 61% de aprobación entre la población- podría establecer una ruta hacia la solución y la transición. Es importante hacer una pausa y revisar en dónde puede haber algún signo de coincidencia.

Un nuevo constituyente que elija a un gobierno de trancisión, pactado y fije una tregua al conflicto. Revisar los equilibrios, el papel del Poder Judicial y delimitar el actuar de los políticos. De otra forma, dificilmente podrá asumirse una posición que busque resolver de fondo la problemática.

El gobierno en funciones está agotado, izquierdas y derechas le han fallado al país y a su democracia. Es momento de apaciguar los ánimos y sentar las bases de paz y reconciliación para el Perú.