La pregunta suspendida en el horizonte de la vida política Argentina no se colma con ninguna respuesta que se presente hoy ante la falta de certezas en el plano que parece dominarlo todo: la economía.

Argentina está viviendo una situación inédita en su historia. Hay otro caso de un presidente -Juan Domingo Perón- que gobernó durante dos mandatos, entre 1946 y 1955, para volver años después a la presidencia, en 1973. Pero es la primera vez que quien gobernó durante dos períodos vuelva al Gobierno, pero como vicepresidente.

Estamos hablando de Cristina Fernández de Kirchner, quien llegó a la Casa Rosada en 2007 como sucesora de su esposo, Néstor Kirchner (gobernó entre 2003 y 2007) y reeligió en 2011 con un respaldo altísimo del electorado, ya que logró el 54% de los votos.

No pudiendo postularse para un tercer mandato, propuso a un sucesor que cayó derrotado por Mauricio Macri en 2015 quien, contra todos los pronósticos, no obtuvo la reelección en 2019. No solo por sus errores como gobernante, sino también por la sorpresiva oferta política que realizó la ex presidente.

En efecto, ella ya era candidata nuevamente porque un 30% de la población seguía respaldándola enfáticamente. Pero no lograba romper ese piso que se transformó en techo, porque el rechazo a su figura nunca bajó del 50%.

Dos meses antes de las primarias, Alberto Fernández se esforzaba por encontrar un candidato a vicepresidente que acompañara a Cristina en la fórmula presidencial de un modo complementario, rompiendo ese techo, acercándole un electorado dispuesto a votar contra Macri pero reacio a la imagen autocrática de la viuda de Kirchner, cuya segunda administración fue la más agresiva contra los que pensaban distinto desde que volvió la democracia, en 1983.

Hacía un año Fernández había vuelto a dialogar con Cristina. Había sido una ayuda crucial para la llegada de Kirchner al poder, en 2003, y era de los pocos que se quedaba a dormir en la casa de la familia en Río Gallegos, Santa Cruz, usando el dormitorio de Máximo, por entonces un adolescente que escuchaba de lejos las conversaciones políticas, más bien molesto porque alguien de Buenos Aires le invadía su privacidad.

Curiosamente, el hijo mayor del matrimonio presidencial fue clave para que Alberto y Cristina volvieran a hablar, quizás porque nunca se enojó como lo hicieron su padre y su madre, que lo llevaron a Fernández a renunciar al estratégico cargo de Jefe de Gabinete de Ministros donde estuvo entre 2003 y 2008, cuando el gobierno se enfrentó al campo por el brutal aumento de impuestos a la exportación que la administración instauró para enfrentar el creciente gasto público.

Hasta que volvió a hablar con ella, en 2018, Fernández dijo las peores cosas de la ex presidenta. La acusó de “instigar” la violencia entre argentinos, de haber “inoculado el virus” de la inflación, de cometer un “error garrafal” al promover el acuerdo con Irán, de haber sido perseguido por CFK, de “peronismo patético” porque “se bancó a (Amado) Boudou y a (César) Milani”, es decir a quien Cristina eligió como vicepresidente en 2011 y como jefe de las Fuerzas Armadas en 2012. Incluso llegó a calificarla de “una psicópata”.

Cómo viró Fernández de esas críticas a ser elegido candidato a presidente por Cristina es algo que fue explicado muchas veces por ambos, aunque se trata de una pregunta que vuelve una y otra vez, tal vez porque nunca termina de contarse del todo.

Hace pocos días, en un libro de reciente aparición, “Alberto. La intimidad del hombre. El detrás de escena de un presidente”, que escribió el periodista Diego Schurman, el Presidente argentino volvió sobre el tema.

  • Necesito verte, ¿qué estás haciendo?- le escribió Cristina a Alberto en un escueto mensaje por Telegram.
  • Estoy dando clases, le contestó Alberto.
  • ¿A qué hora terminas?, insistió ella.
  • Termino a la una.
  • Cuando termines vente a verme, ordenó.
  • Pero tengo un almuerzo. ¿Es urgente? ¿Pasó algo?
  • Es urgente, pero puede esperar hasta después del almuerzo. ¿A qué hora terminas?
  • A las tres.
  • Venite después del almuerzo- agrandó el misterio. Solo le aclaró que la cita era en la casa de su hija Florencia.

Estamos hablando del 16 de mayo. Las elecciones primarias fueron el 11 de agosto. Y Schurman cuenta en el libro que cuando finalmente se sentó frente a ella, Cristina le dijo “estuve pensando mucho. Tal vez pueda ganar las elecciones, pero me va a ser muy difícil gobernar porque me van a hacer la vida imposible. Y ahora tenemos que ampliar la base y empezar un diálogo más abierto con gente con la que yo no puedo hablar. Lo estuve pensando y la verdad es que me parece que vos tenés que ser el candidato a presidente”. Y solo después de un extenso diálogo, ante las dudas de Alberto, la viuda de Kirchner le dijo “vos vas a tener mis votos porque yo te voy a acompañar. Yo voy a ser tu candidata a vice”.

Ese fue el instante donde todo cambió en el escenario electoral argentino. El equipo de comunicación de Macri creyó que Fernández no lograría el porcentaje de votos que necesitaba para ganar y siguió criticando a Cristina. Lo reconoció hace pocos días, también, el estratega electoral de Cambiemos, el ecuatoriano Jaime Durán Barba.

La fórmula de los Fernández llegó a la presidencia con el 48% de los votos y Cristina no pisa la Casa Rosada, para evitar que la opinión pública hable de “doble comando” o diga que el presidente es un “títere” o la imagen presidencial quede debilitada en momentos donde la Argentina necesita renegociar la deuda externa y generar credibilidad entre los acreedores institucionales y privados.

¿Pero cuál es la verdad? ¿Quién es el socio mayoritario en la coalición peronista que está gobernando la Argentina? ¿Es Cristina, que tiene un piso de 30% de respaldo electoral y decenas de legisladores en todo el país, y maneja el Congreso a través de su hijo, que preside el bloque oficialista en Diputados y de ella misma, que maneja el Senado?

El gobernador de la provincia más importante de la Argentina, Axel Kicillof, es un dirigente de su espacio. Pero hay varios gobernadores que tienen un excelente vínculo con ella, al punto que tiene la expectativa de poner una conducción en el partido de gobierno más alineada con su conducción.

Su palabra tiene poder de veto para los funcionarios nacionales pero, además, los organismos más importantes están en manos de ex funcionarios de su gobierno, desde el organismo recaudador de impuestos, hasta las instituciones dedicadas a la protección de la tercera edad, pasando por las oficinas de inteligencia y las que persiguen el lavado de activos, por nombrar solo un puñado.

Porque en cada despacho del Gobierno nacional hay un funcionario vinculado a ella o a la agrupación que lidera su hijo, La Cámpora, que siempre parece tener más peso que los que provienen de cualquier otro sector del peronismo que volvió a unirse para ganar.

¿Cuánto tiempo seguirá aceptando Cristina Fernández comportarse como socia minoritaria, cuando no lo es? ¿Qué pasará si Alberto Fernández no logra encarrilar la economía? ¿Pueden venir las inversiones que pongan al país de nuevo en la senda del crecimiento ante la posibilidad de que Cristina vuelva a la Presidencia ante cualquier nueva crisis? ¿Peligra en Argentina la democracia?

Hay que reconocer que Fernández de Kirchner, de muy mal modo y sin dialogar con su sucesor, aceptó dejar el poder cuando perdió las elecciones. No intentó eternizarse, como lo hizo Nicolás Maduro o Evo Morales. Se dirá que la sociedad argentina tiene una fuerte clase media que lo impidió, lo que es cierto. Pero nada impide que el casi 41% que votó a Macri a pesar de la crítica situación económica tema que un escenario similar al venezolano se replique en nuestro país, sobre todo desde que Cristina viaja tanto a Cuba, donde su hija está bajo un largo tratamiento de salud, que la lleva a la vicepresidente a pasar mucho tiempo en La Habana.

El presidente argentino proviene de un peronismo que es democrático y republicano. Siendo jefe de Gabinete de Kirchner, por ejemplo, promovió una Corte Suprema independiente, lo que una vez que lo despidieron, fue motivo de duras críticas internas, como la del por entonces secretario legal y técnico, Carlos Zanini, que definió esa decisión como “un verdadero primer error del que no fue posible escaparse”.

Hay muchos peronistas en el Gobierno que piensan como el Presidente, que son democráticos y republicanos. Pero también hay muchos que no lo son, y a veces parecen estar agazapados a la espera de una nueva etapa para actuar fuera de las reglas. ¿Podrá Alberto domesticar a las fieras? Para eso necesita el éxito de su gestión, lo que tampoco parece muy sencillo.

Sin perder identidad, la oposición está decidida a respaldarlo para que pueda implementar sus planes y alcanzar sus objetivos de derrotar a la pobreza y volver a crecer. Le está dando tiempo, que es lo que necesita el Gobierno.

Mientras tanto, las incógnitas sobre quién manda a quién en la Argentina seguirán reproduciéndose. Porque el experimento político es original y electoralmente exitoso, pero derrama incertidumbre interna y externa.

 

Silvia Mercado.

Periodista y escritora. Trabaja en el portal de noticias Infobae, acreditada en Casa Rosada. Publicó varios libros sobre peronismo y sobre comunicación, entre ellos, “Raúl Apold, el inventor del peronismo” y “El relato peronista”.