Bélgica es un país pionero en cuanto a incorporación de tecnología en los procesos electorales. Por una iniciativa del Ministro del Interior, el Parlamento aprobó en 1991 una ley que para ese entonces impulsó pruebas con dos sistemas de votación electrónica para las elecciones parlamentarias y provinciales de 1991.

Posteriormente, en 1994 se aprobó una ley para implementar el voto electrónico a nivel nacional. Para ese año, el 20% de los electores (1.4 millones) usaron la tarjeta magnética como instrumento de votación, y para 1999 el porcentaje fue de 44% (3.2 millones).

Si bien desde 1991 se implementaron instrumentos de votación electrónicos, estos han ido cambiando con el paso de los años. En 2006, una comisión ordenó distintos estudios de viabilidad de tecnologías para la votación.

Los mismos fueron discutidos por el Parlamento Federal en 2008, y se llegó a la conclusión de continuar con sistemas de votación electrónica. Así pues, se abrió una licitación que fue adjudicada a un consorcio liderado por Smartmatic, y que incluye a Steria y Wincor – Nixdorf.

Este instrumento de votación combina la incorporación del comprobante papel del voto y el escaneo óptico.

El elector, al acudir al centro de votación, se encuentra con una máquina independiente (no necesita estar conectada en red) que cuenta con una pantalla táctil de 17”, una impresora de códigos de barra, un escáner y una urna.

En Bélgica, tanto con el sistema anterior como con el nuevo, es el presidente de la mesa es que activa la máquina con una llave USB.  Una vez activada, los miembros de la mesa de votación verifican la identidad del votante y se le da una tarjeta (smartcard) con la que activará la máquina de votación.

Una vez que el elector introdujo la smartcard, elige sus preferencias en la pantalla táctil, luego las confirma, retira la smartcard y la máquina imprime el voto con dos componentes: uno de ellos para ser leído por el votante y el otro, un código de barra, para que lo lea posteriormente el escáner.

El elector verifica que se haya impreso en la boleta lo que efectivamente eligió y la dobla de manera que la parte legible quede hacia adentro. Se dirige hacia las autoridades de mesa y les entrega la smartcard, y estas lo habilitan a entrar en la caseta de votación para escanear el voto (código de barras).  Una vez hecho esto, el voto es depositado en la urna.

Así funciona la máquina de votación (VIDEO)

Si una persona vota dos veces, es identificada por el sistema y la máquina del presidente de mesa recibirá el mensaje “voto doble” y no será registrado.

Con el comprobante papel se introduce sin dudas una garantía, ya que el elector puede verificar que efectivamente se contabilizó su voto de manera correcta, a diferencia de la tarjeta magnética. Además, en caso de una incongruencia en el escrutinio, la autoridad electoral cuenta con la urna con los votos en físico.

De cualquier manera, la confianza no solo dependerá de este comprobante, sino de la que goce el ente que administra las elecciones. Por ejemplo, en Brasil, una democracia con 150 millones de electores, la máquina de votación no emite comprobante. Sin embargo, los resultados no son puestos en duda por el electorado y confían en la correcta contabilización por parte de la máquina.

Por lo tanto, aunque el comprobante papel efectivamente representa una garantía, no basta si no viene acompañado por una percepción positiva de la administración electoral.