El domingo 24 de marzo se llevaron a cabo elecciones seccionales para elegir a las autoridades políticas de las parroquias, cantones y provincias del Ecuador. Paralelamente, se eligieron 7 representantes del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), cuarto poder del Estado que por orden constitucional tiene las competencias para designar, fiscalizar y destituir a las autoridades de los organismos de control institucional (Contraloría, Procuraduría, Fiscalía, entre otros).

Sin embargo, este ejercicio democrático, mas allá de la elección de alcaldes y prefectos, fue un juego de ajedrez para medir la correlación de fuerzas existente a nivel nacional para la elección presidencial del 2021. La gran ‘sorpresa’ de la jornada fue, sin lugar a dudas, el resurgimiento electoral del Ex Presidente Rafael Correa quien a nivel nacional alcanzó un voto duro de 30% logrando victorias en dos de las tres provincias más pobladas del país, Pichincha y Manabí, y la mayoría en el CPCCS. ¿Cómo explicar este resurgimiento del correismo después de los escándalos de corrupción, su ruptura con el Presidente Lenin Moreno, la expulsión de los correistas del partido/movimiento Alianza País, y el desprestigio de esta fuerza política caudillista en los medios de comunicación, academia y líderes de opinión?

La respuesta radica en que si bien es cierto el correismo fue desalojado del poder institucional, su fuerza electoral se mantuvo intacta debido a que su discurso interpela a los sectores populares y a la clase media venida a menos en un contexto de crisis económica. No existe fuerza política en el Ecuador, ni de izquierda ni de derecha, que dirija su discurso, propuestas y liderazgo a estos sectores. Por lo tanto, es el populismo correista el que compagina su discurso con la realidad que vive la gente del común, a través de simplificaciones y demagogia, pero es la única fuerza política que conecta.

Por lo tanto, los tecnócratas, líderes de opinión, académicos y políticos profesionales deben de construir una alternativa política que se identifique con la gente. Ha quedado demostrado que no basta con solo denunciar hasta el cansancio la corruptela correista, los ciudadanos necesitan alternativas creíbles, que generen soluciones; pero también alternativas políticas que emocionen, que generen pasión y esperanza. Si el Ecuador quiere garantizar su frágil, pero valioso, sistema democrático y de libertades que el correismo erosionó sistemáticamente, el espacio electoral al cual interpela Correa debe ser disputado; sino en el 2021 el Correismo puede retornar para jamás irse.

Finalmente, esta jornada electoral refleja claramente que existe una crisis de legitimidad y representación entre el sistema político ecuatoriano y los ciudadanos, el Ex Presidente Correa está realizando su estrategia de posicionarse como el mesías traicionado que salvará nuevamente a su patria. Los resultados demuestran que lo está haciendo bien. Las fuerzas democráticas ecuatorianas deben dejar a un lado su elitismo, clasismo, racismo y espíritu de superioridad para conectar con la gente. No es una cuestión de simple estrategia electoral, sino demostrar genuinamente a la ciudadanía que, con la democracia, además de garantizar nuestras libertades; también se come, se educa y se cura.