Un documento crucial para esta compleja época comenzó a circular entre los gobiernos de la región. El documento empieza así: “Las amenazas a nuestros sistemas democráticos se manifiestan hoy en forma de crisis sanitarias, de escasez de servicios, de pérdida masiva de empleos, de deterioro de la capacidad productiva y de afectaciones a la cohesión social. En esa nueva realidad es cuando debemos responder con más democracia, con más libertades, con el ejercicio de los valores de solidaridad y de tolerancia entre posiciones disímiles”.

La preocupación es generalizada y el texto advierte sobre una concreta recesión democrática en América.

Como sabemos, los gobiernos con poco apego democrático siempre buscan la mejor oportunidad para tomar medidas de carácter discrecional. En algunos casos, cuando no las hay las inventan. Por eso la pandemia le vino como “anillo al dedo” a muchos gobiernos de la región con vocación populista autoritaria. Es por ello que la Organización de los Estados Americanos (OEA) manifestó su preocupación en forma de Guía. Se trata de un documento de 10 puntos que fue distribuido entre los 34 países que componen este organismo con la intención de evitar la tentación discrecional. El antídoto para evitar los giros autoritarios es la Carta Democrática Interamericana aprobada en 2001, a la cual se la considera la “Constitución de las Américas”. Apenas comienza este instrumento normativo se establece en su artículo 1 que la Carta reconoce que los pueblos de las Américas tienen derecho a la democracia, un elemento esencial para el desarrollo social, político y económico, reconoce también la obligación de los gobiernos de defenderla y promoverla.

En la Era-Covid 19 los estados de excepción amenazan al entramado democrático del hemisferio. Sin ir más lejos, en la Argentina han crecido los casos de violencia estatal en donde los asesinatos a manos de las fuerzas de seguridad como los de Luís Espinoza, Franco Maranguello, Mauro Coronel y Magali Morales son las expresiones más dramáticas, pero no las únicas lamentablemente en este escenario inquietante. Además, debemos sumar las iniciativas excepcionales como la expropiación de empresas privadas o proyectos tendientes a reformar el sistema judicial. Todo esto en un contexto en donde las instituciones legislativas se encuentran funcionando de modo virtual lo cual refuerza las tensiones y los desencuentros. Recordemos que la oposición en el Senado denunció que el oficialismo no respetó un acuerdo que establecía que solo se tratarían los temas directamente vinculados con la pandemia.

Por lo expuesto, a la Argentina le vendría muy bien adoptar los consejos de la Guía de la OEA estipulados en los siguientes diez puntos: El orden constitucional y el Estado de derecho en tiempos de pandemia, el fortalecimiento institucional y los controles democráticos, la libertad de expresión durante la pandemia, el diálogo, el consensos y la cooperación, la democracia y el desarrollo económico, el empleo en la pandemia, las prioridades de atención a personas en situación de vulnerabilidad, la gestión pública y la gobernanza democrática, la transparencia y el acceso a la información y por último, los mecanismos de alerta temprana y respuesta.

En sus 33 páginas este documento sostiene que la pandemia requiere seguir insistiendo en los mecanismos democráticos como la forma más adecuada para abordar la emergencia. Ningún otro sistema político puede garantizar a largo plazo la recuperación del estado de crisis en que nos encontramos, fortaleciendo al mismo tiempo las libertades, los valores, la institucionalidad y la vigencia de los derechos ciudadanos.

No son pocos los países que han tomado el camino alternativo. El atajo autoritario desconoce que la democracia, el orden constitucional y el Estado de derecho son condiciones necesarias para lograr el respeto irrestricto de las libertades fundamentales y la plena vigencia de los derechos humanos durante la emergencia causada por el nuevo coronavirus. El documento insiste en que “los valores y mecanismos democráticos no dan espacio a la arbitrariedad y promueven el respeto a la separación e independencia de los poderes, evitando el exceso de facultades por parte de cualquier órgano estatal, lo que puede concretarse en un mayor grado de legitimidad”.

Estas recomendaciones asumen la forma de “pautas de acción”, por ejemplo: preservar la democracia como elemento indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo sobre la base de la justicia y la igualdad, preservar el respeto de la Constitución y del Estado de derecho como elementos imprescindibles para enfrentar la pandemia, respetar el ejercicio efectivo de las libertades fundamentales y los derechos humanos para la mitigación y superación de la pandemia.

En definitiva, los mecanismos democráticos brindan vías eficaces y legítimas y dan las herramientas necesarias para abordar la emergencia causada por la pandemia. El fortalecimiento de la institucionalidad democrática es clave para dar una respuesta efectiva y oportuna a la ciudadanía y el respeto de la libertad de expresión y el acceso a la información se tornan fundamentales. En este sentido las “pautas de acción” son las de “promover el derecho irrestricto a la libre expresión y a la libertad de opinión”.

La búsqueda del consenso es siempre el camino correcto en democracia. Lamentablemente los estados de excepción se montan en discursos políticos de “amigos/enemigos”, “patria/anti patria” que obturan toda posibilidad de alcanzar consensos. Por eso la Guía insiste en este punto y dice que “el diálogo amplio que involucre a todos los sectores tiene una relevancia primordial. Es importante fortalecer y promover mecanismos asertivos de participación y deliberación política y social como respuesta a la crisis. El diálogo busca la promoción del consenso y la implicación democrática de los principales actores sobre distintos temas del quehacer nacional. Las estructuras y los procesos del diálogo se constituyen como uno de los pilares del sistema democrático, en tanto son implícitos a su naturaleza. No se puede concebir una democracia que no sea dialógica y dialogante en esencia”.

En definitiva, la recesión democrática podría verse afectada aún más por las consecuencias económicas post pandemia. Las proyecciones son alarmantes. La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), señaló que el número de personas que vive en situación de pobreza pasará de 185,9 millones a 219,1 millones; y las personas que viven en pobreza extrema, pasarán de 67,5 millones a 90,7 millones.

¿Cómo enfrentar esta compleja situación? La Guía es contundente. No hay alternativas: la democracia es la respuesta más eficiente y, además, la única permitida para el marco normativo supranacional que nos contiene.